lunes, 12 de noviembre de 2012

MOVADEF y los fundamentalistas del negacionismo


Los sucesos de las últimas semanas han desnudado la incapacidad del gobierno para plantear una estrategia de contención coherente a la emergencia de este tipo de grupos neo-senderistas, como es el caso del MOVADEF. Las únicas acciones visibles del gobierno han estado orientadas a penalizar las acciones de este movimiento, a través del proyecto de la ley del negacionismo que se va a debatir en los próximos días en el Congreso de la República.

Mientras tanto, los partidos políticos democráticos se desgastan en acusaciones mutuas respecto a las vinculaciones de unos con Sendero o la responsabilidad de otros en la aparición del MOVADEF. Somos una sociedad polarizada que todavía no puede ponerse de acuerdo para erigir un Museo de la Memoria y definir cómo deben ser recordados los actores de ese conflicto. Seguimos discutiendo a quiénes les competen las responsabilidades de los hechos ocurridos durante aquellos años. Muchas voces todavía desconocen o quieren desconocer la participación de los militares en violaciones a los derechos humanos, cuando se han encontrado fosas comunes en la base “Los Cabitos”. El Informe de la CVR ha sido duramente desprestigiado por su supuesto sesgo antimilitar, pero no existe otro documento tan logrado que nos pueda informar a ciencia cierta qué es lo que pasó durante aquellos años.

En suma, desde la extinción de Sendero como amenaza para la gobernabilidad del país, la sociedad democrática no ha tenido la capacidad de alcanzar consensos básicos sobre los hechos ocurridos en el país durante aquellos años, y así lograr avanzar hacia una nueva etapa en donde se pudiera fomentar una cultura de paz y de convivencia democráticas. Nuestra solución más eficaz se centra en la aprobación de una ley del negacionismo, que sataniza y penaliza cualquier tipo de expresión de estos grupos neo-senderistas.

Un gran problema de nuestros políticos es que muchas veces piensan que todos los problemas del país se resuelven solo con la creación de nuevas leyes. Bajo esa lógica, cualquier conducta éticamente reprobable se podrá resolver creando una ley que la penalice. Así, el problema de los violadores de niños se resolverá con una ley que condene a estos sujetos a la castración química, o como algunas voces lo han sugerido reiteradamente, a la pena de muerte. Muerto el perro, muerta la rabia. Cualquier política orientada a estudiar y resocializar la conducta de estos tipos no tiene los mismos dividendos políticos que el llamado a la mano dura.

Las acciones del gobierno ante la aparición del MOVADEF vuelven a caer en la misma lógica. Una ley que persiga judicialmente todo tipo de manifestación a favor de Sendero servirá para acabar de una vez por todas con estos remanentes del terrorismo. Silenciemos a “los malos” y así seremos una democracia más perfecta. Es la solución más fácil: si no me gusta alguien, no debato con él, lo desconozco, lo descalifico; y encima, lo denuncio para que no vuelva a manifestarse públicamente.

En las circunstancias actuales, donde no hemos alcanzado consensos mínimos que nos permitan reconciliarnos y alcanzar una cultura de paz, dejando de lado todo tipo de extremismos, resultaría muy perjudicial una ley como la del negacionismo, que limita el derecho a la libertad de expresión bajo una supuesta “defensa de la democracia". Una ley del negacionismo otorgaría un gran margen de arbitrariedad a cualquier gobierno de turno para perseguir y condenar a aquellos grupos que “atentan” contra la democracia. En la actualidad, asistimos a la concurrencia de muchos conflictos sociales donde -aparentemente- existen células o grupos vinculados al MOVADEF infiltrados; o en todo caso la prensa los "descubre” para descalificar a diversos movimientos sociales, cuyas demandas pueden ser muy legítimas. Un importante sector de los medios de comunicación se encarga de alimentar diariamente la percepción de que muchos movimientos con demandas postergadas o cuyos territorios se ven amenazados, tienen algún tipo de vinculación con Sendero. En esa línea de razonamiento, todos aquellos catalogados como “contrarios al desarrollo” o de izquierda, probablemente tengan algún tipo de afiliación senderista.



De esa manera, en el caso de aprobarse una ley del negacionismo, el MOVADEF podría ser usado como una herramienta muy útil por parte de los grandes grupos políticos y económicos que detentan el poder para satanizar todo tipo de oposición de la sociedad civil organizada, cualquier cuestionamiento al status quo existente.

Existen muchos sectores conservadores interesados en que no se conozca realmente qué fue Sendero y qué es lo que pasó realmente durante aquellos años de terrorismo. Prefieren proscribir a movimientos como el MOVADEF y hacerlo “aparecer” cada vez que resulte útil a los intereses del poder, tergiversando la información y vinculando todo lo izquierda o “progresista” con el terrorismo. Sendero aparece así como la condenación al infierno, el miedo a la muerte, el “cuco” que aparece en nuestras peores pesadillas o se esconde bajo nuestra cama; no lo conocemos y tampoco nos interesa conocerlo, porque sabemos que es algo intrínsecamente malo y solo nos queda condenarlo y denunciarlo ante la Santa Inquisición que la derecha fanática pretende instaurar en el país. 

Nuestro problema más grave es que el gobierno actual viene siendo influenciado por esta corriente reaccionaria, lo cual lo único que propicia es la victimización del MOVADEF, su mayor aparición mediática y la incorporación de nuevos adeptos. La cabeza de lanza de esta agrupación son los jóvenes, jóvenes que no vivieron la insania terrorista y que ahora buscan algún medio para canalizar su descontento con un sistema que consideran injusto e inequitativo. El fracaso de nuestro sistema político se traduce en la aparición de estos fundamentalismos políticos, sean de izquierda o de derecha.

Cabría pensar si la mejor solución es apresar a un joven de 18 años que pide la liberación del presidente Gonzalo, cuando él solo ha conocido la versión de los hechos bajo el prisma del MOVADEF. Cabría reflexionar qué hemos hecho como sociedad para que este joven pueda conocer la real dimensión de la barbarie terrorista. Cabría preguntarse qué tanto hemos avanzado en ser “democráticos”.

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